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Mostrando entradas de octubre, 2017

Despedida

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A Dios, al Universo, a la Vida... Hoy les regreso el regalo más preciado que me han dado. Hoy se va una parte de mi alma, un pedazo de mi humanidad, hoy se congela una parte de mi corazón. Es imposible describir lo que siento, este dolor no tiene nombre, esta despedida es el paso más difícil de mi carrera como madre perruna. De mi Sacha aprendí tanto, recibí tanto amor, entregué tanto amor, que la lealtad que ella me profesó sólo puedo retribuirla dándole la tranquilidad de una partida sin sufrimiento, de un descanso sin martirio. En mi mente quedan las veces que me escuchó, las trasnochadas que me acompañó, su "ranciedad", su "perronalidad", sus locuras, su obsesión por cazar moscas, su odio a que la bañara, su voluntad de sólo dejarse cortar las uñas por mí, sus pedos olorosas que se echaba en mi cara impunemente, mientras me daba la espalda y caminaba en dirección opuesta a mí. Aquí queda todo de ella, queda el vacío de la vida sin ella... Ella sabe

Irreversible

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Despacito y con buena letra. Eso, así, vas muy bien. No, no aprietes los dedos, deja que la mano se deslice, tienes que mover desde el codo. Así, muy bien, las letras gorditas como las de papá. Un día vas a escribir como él. Recordaba esas palabras mientras pasaba la vista por su libreta, llena de garabatos y “escrita en arameo”, como solía bromear. Viajaba en el colectivo y de repente, una idea sobre su tesis le atravesó la cabeza, revoloteó en su maleta en busca de un bolígrafo, pero cuando lo encontró el temblor de sus manos y las ondulaciones del pavimento le impidieron escribir – Ya la recordaré y si no lo hago, no era tan buena- pensó y dejó caer los materiales en su bolso. El colectivo –uno de los pocos que quedaban en la ciudad- entró al centro por la Carrera Quinta, que se abría paso en medio de casas coloniales y edificaciones restauradas que –decían algunos- habían sido testigos de independencias, fugas, tretas, muerte y vida. Suspiró sin voluntad y le pidió al cond

Divergencia

Son las personas a quienes más amamos las que tienen la capacidad de lastimarnos más profundamente. Es algo que a punta de golpes y dolores me ha enseñado la vida: el amor es un asunto de confianza porque implica despojarse de las propias prevenciones y mostrarse en aquello que nos hace más vulnerables, sin que este hecho se convierta en un acto de imprudencia; la exposición a la que nos acerca el amor no tiene por qué verse como un asunto de debilidad o de estupidez. Y es que el amor se nos enseña como un la antesala a la dependencia, pues el amor que se concibe libre resulta peligroso para una sociedad en que el anhelo del cariño y la compañía son más rentables que la libertad del amor desde la autonomía. El amor que subyuga vende, produce, perpetúa el poder en las manos que no lo quieren soltar. En cambio,  el amor que emancipa transforma, constituye, revoluciona y libera. Ese amor no le sirve al poder, sino que se sirve a sí mismo, porque exige la máxima necesaria para crear rela