La Guerra
Quizá por influencia del morbo, de la curiosidad; quizá por acción de la voluntad, del orgullo o del placer; quizá por todos o por ninguno, decidí mirarlo y guardar esa imagen para siempre. Tirado sobre la cama, una que era nuestra sólo por nuestro momento y que desaparecería de nuestras vidas como desaparecen las rosas que se dejan en la tumba que jamás se volverá a visitar; las extremidades descansaban mientras el pecho bombeaba fogosamente, intentando recuperar el aire, aferrándose por vivir, como si de repente la muerte hubiera intentado arrebatarle la vida, un pedazo de vida que se había perdido, que quizá se había quedado atrapado entre mis piernas. Las pupilas dilatadas de un par de ojos que no buscaban los míos, que habían dejado escapar el alma que vagaba por ahí; miraban sin mirar el techo y yo me preguntaba qué pensamiento se atravesaba por su mente o si tal vez en su mente no había nada, si ese último gemido era lo último que el cerebro había sido capaz...