Destinatario
Creo que, aunque me he despedido, te seguiré escribiendo. Y es que tengo algunas ventajas: el anonimato de mis letras y la pequeña, casi nula posibilidad de que las descubras. Necesito escribir, porque escribo lo que no grito, escribo lo que en temores callo, y lo que guardo -aún de las letras- me desangra en lágrimas, en insomnios, en pesadillas lúcidas y angustias constantes que no me dan tregua. Así que me tomo el atrevimiento de elegirte, Capitán, como destinatario de las catas que no llagarán a puerto, con el cariño y la devoción que aún te tengo, con el fuego del alma que no me permite rendirme y con el recuerdo de tu sonrisa que no me lastima. Te pienso y te recuerdo todas los días, te sueño y te anhelo. Despierto con tu rostro fijo en mi mente; en mis sueños soy libre y camino junto a ti. De mi agridulce despedida no tengo mucho que decirte. Caminé en una dirección diferente y no era tu obligación seguirme, pero extraño tus manos, tus brazos, nuestras noches,...