Íbamos caminando entre los árboles que custodiaban las calles, tropecé varias veces, estaba nerviosa y entusiasmada. El día anterior me había decidido a invitarle a salir y él había aceptado sin problema. Caminamos mucho, más de dos kilómetros y la conversación fluía de forma espontánea, con cada paso había más intimidad entre nosotros, hablamos de música, de literatura, de fútbol, de lo que queríamos, de lo que no tolerábamos, de cómo éramos… de repente me sentí cómoda para contarle que soy bipolar. Le dije que tenía TAB, que estaba en tratamiento y que debía tener ciertos cuidados. Me agradeció la confianza y me contó que años atrás había tenido depresión, lo cual me sorprendió bastante. Hablamos de los tratamientos, de los efectos y de los aprendizajes que estos procesos traen. Luego llegamos a su oficina, dejamos su bajo ahí y salimos a comer algo, nos tomamos un par de cervezas y luego nos fuimos a un sitio que él me quería mostrar. Era una cervecería que quedaba e...