Violeta







Suaves y saladas lágrimas se deslizaban por sus mejillas y llegaban hasta las comisuras de sus labios. 


-¿Qué te pasa? ¿Por qué estas llorando? 
-¡Es la mariposa! ¡Se niega a enseñarme a volar! ¡Ni siquiera quiere hablarme!
-¡Ya estoy harto de tus estupideces, te he dicho que dejes de creer en fantasías!

-Prefiero creer en la utopía de mis sueños que someterme a la dictadura de la realidad. 



En ese instante escuchó un leve silbido, acercó su cara a su mano, donde, en un dedo, reposaba la purpúrea mariposa. 

-Te afliges sin razón alguna, no tengo nada que enseñarte. Recuerda tus palabras, tú ya sabes volar. 


Y en ese momento las alas púrpuras destilaron aros que creaban un hermoso arcoíris, abandonando para siempre aquel romántico jardín.

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