*** Este no debió ser un domingo en el que yo estuviera sola, encerrada con mi perra, arreglando desperfectos de mi apartamento y tratando de entender por qué me siento tan agobiada. Este domingo debimos haber despertado juntos, yo debí haber preparado algún desayuno especial, seguramente con panqueques y él debió haber lavado la loza con el delantal de El Capitán. En cambio, tengo un domingo en el que llevo varias semanas sin haber encontrado mezcla para panqueques, desayuné con chocolate, huevos y pan y el chocolate lo dejé a la mitad y los trastes los voy a lavar en la noche, con todo lo demás. Tengo un domingo cualquiera, como si todos los eventos del último año no hubieran sucedido, no por falta de recordación, sino por la monotonía de los días que han hecho de un día especial el letargo de una vida, el cansancio, la soledad, el silencio de quien languidece en la ausencia. Este debió haber sido un domingo de celebración, en cambio tengo un domingo de pena. **...
Sucedió un domingo, uno de esos días que generan toda clase de sentimientos y opiniones encontradas. Ese día, el que algunos odian y otros aman, en el que por tradición, en este país, se va a misa y se cree firmemente que fue el elegido por Dios para descansar. Si, fue un domingo, el día de los niños para jugar y de los adultos para hacer asados, al menos así era en mi época. Y es que del domingo se dice de todo. Algunos consideran que es el peor día de la semana, el del tedio, el aburrimiento; para otros es el descanso perfecto, el día que está permitido incluso no bañarse sin que haya reproche alguno. Pero hay quienes piensan que el domingo tiene en su aire un vicio de depresión, no en vano es el día en que mas suicidios se producen. Fue así, un suicidio de las palabras. Su desesperación por no ser pronunciadas les agotó la paciencia y decidieron apartarse para siempre de mi boca, fue una muerte en cadena, un deceso colectivo. Pero ellas ignoraban que su esencia, asimilab...
Querido Señor Lector: Antes que nada quiero agradecerle sus repuestas y comentarios sobre mi posible partida, usted sabe que si estoy aquí es por usted y para usted. Y usted que tanto me conoce sabía que iba a volver... y no por la debilidad de mis decisiones, sino por la fuerza de sus argumentos. Sí, debo reconocerlo, usted tiene toda la razón ¿Por qué abandonar una lucha constante por una estación sin importancia? Además, las estaciones pasan, mis metas y mis palabras se quedan aquí y serán la confirmación de que en algún momento existí. Le pido que me tenga paciencia, Señor Lector, usted sabe que tanto mi ánimo como mi cordura son volátiles y quizá mis pensamientos no sean fáciles de entender... Sin embargo, usted y yo tenemos una relación más bien larga y sé que usted ha aprendido a conocerme en este tiempo. ¿Lo recuerda? fue hace dos años, un domingo, más exactamente el segundo de junio, en que decidí abrirle mi corazón y contarle de mis sueños, mis nostalgias, mis alegría...
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