Macarrón
Una vez más, la muerte toca nuestra puerta. Para esta visita no deseada jamás estaremos preparados, siempre pensamos en este momento como en el punto distante en el camino al que algún día llegaremos y llegarán los nuestros. Así que de repente un día, ella se presenta para confirmarnos toda la fragilidad humana. No somos culpables por no sentirnos listos para una partida ¿Cómo estarlo cuando nuestro Lisandro se ponía en pie todos los días para iniciar su deseada jornada diaria? ¿Cómo creerlo frágil si ni el tiempo ni los vientos agrestes de la vida lograron aplacar su carácter y dominar su determinación? ¿Cómo pensar que el hombre de los ojos verdes, que trabajó por su familia, oró por sus hermanos y cargó en sus brazos a hijos, sobrinos, nietos y bisnietos, cerraría sus ojos para darnos un último pedazo de sí envuelto en un gesto alegre, tranquilo y en paz, con el cual se despediría de nosotros para volar al cielo y regalarle al creador su mirada, ese brillo que ahora ...