*** Este no debió ser un domingo en el que yo estuviera sola, encerrada con mi perra, arreglando desperfectos de mi apartamento y tratando de entender por qué me siento tan agobiada. Este domingo debimos haber despertado juntos, yo debí haber preparado algún desayuno especial, seguramente con panqueques y él debió haber lavado la loza con el delantal de El Capitán. En cambio, tengo un domingo en el que llevo varias semanas sin haber encontrado mezcla para panqueques, desayuné con chocolate, huevos y pan y el chocolate lo dejé a la mitad y los trastes los voy a lavar en la noche, con todo lo demás. Tengo un domingo cualquiera, como si todos los eventos del último año no hubieran sucedido, no por falta de recordación, sino por la monotonía de los días que han hecho de un día especial el letargo de una vida, el cansancio, la soledad, el silencio de quien languidece en la ausencia. Este debió haber sido un domingo de celebración, en cambio tengo un domingo de pena. ***Fot
Exposición "Miró: Pintor, Poeta" El tiempo, que ha sido definido a través de los años por científicos y relativizado sin pudor por narradores y poetas, resulta tan temible como encantador en la vida propia. Se sabe del tiempo como medida, como invento humano, como sabio, como enemigo, como dios. ¿Qué es un siglo comparado con más de cuatro punto cinco billones de años? ¿Qué viene siendo, entonces, un cuarto de siglo? Mi propia eternidad. Es la primera vez que escribo sobre mi edad en este blog que no tiene ni pies ni cabeza, que es una colcha de retazos echa con los pedacitos de cada recuerdo trascendente. Tal como mi existencia. Ahora lo digo con risa, pero antes sentía un poco de pudor, de vergüenza por develar mi edad. Sucedía que la gente hablaba conmigo y pensaba que era mayor, no sé si era por cómo me expresaba o simplemente era lo que producía mi manera de actuar, sin embargo les venía un desencanto cuando yo decía “tengo dieciocho o diecinueve
Estuve mucho tiempo ideando la manera de escribir este post. No sabía con exactitud cómo empezarlo, ni cómo organizar las ideas para que el lector lograra entender su sentido sin caer en el error de pensar en que este es solo el berrinche de una mujer amargada o la reivindicación de un feminismo fuera de sentido y de contexto, el cual he manifestado abiertamente que no poseo. De lo único que estuve segura desde el principio fue de su título “miedo a ser bonita”, que más allá de representar un problema con mi autoestima y en general, una deficiencia en mi salud mental, simboliza la encrucijada a la que nos vemos enfrentadas todos los días las mujeres que, como yo, sentimos gusto por vernos bien, bonitas, arregladas, con una camisa, un pantalón o una falda que se vea bien con nuestra figura; y el riesgo que ello genera para nosotras por las constantes faltas de respeto a las que nos vemos sometidas. Para nadie es un secreto el machismo imperante en nuestra sociedad, tampoco es un secret
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