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Reminiscencia

Tú juegas y saltas. Me arrastras Y olfateas la vida. Es junio y somos felices, ingenuamente lo somos. Tú corres y muerdes. Me persigues y muerdes la vida. Es agosto y somos inquietas, locamente lo somos. Tú ladras y gruñes. Me muestras los dientes Y odiamos la vida. Es julio y somos impulsivas, amargamente lo somos. Tú halas y huyes. Me evitas y juegas con la vida. Es marzo y somos más maduras, lentamente lo somos. Tú caminas lento y pausado, te sientas, se acaba la vida. Es septiembre y empezamos a despedirnos, lo inevitable se acerca. Llegará octubre de nuevo Y soy incapaz de pronunciar tu nombre Y en la soledad de mi llanto descubro que al dolor también le sé guardar aniversario.

Irreversible

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Despacito y con buena letra. Eso, así, vas muy bien. No, no aprietes los dedos, deja que la mano se deslice, tienes que mover desde el codo. Así, muy bien, las letras gorditas como las de papá. Un día vas a escribir como él. Recordaba esas palabras mientras pasaba la vista por su libreta, llena de garabatos y “escrita en arameo”, como solía bromear. Viajaba en el colectivo y de repente, una idea sobre su tesis le atravesó la cabeza, revoloteó en su maleta en busca de un bolígrafo, pero cuando lo encontró el temblor de sus manos y las ondulaciones del pavimento le impidieron escribir – Ya la recordaré y si no lo hago, no era tan buena- pensó y dejó caer los materiales en su bolso. El colectivo –uno de los pocos que quedaban en la ciudad- entró al centro por la Carrera Quinta, que se abría paso en medio de casas coloniales y edificaciones restauradas que –decían algunos- habían sido testigos de independencias, fugas, tretas, muerte y vida. Suspiró sin voluntad y le pidió al cond...

Carta a Colibrí

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A los tres años del último vuelo del Colibrí Mi madre me dijo de la misa el viernes, aunque yo la esperaba desde el inicio de junio. Sigo yendo sagradamente, aunque sabes que no soy de iglesias, de curas, ni de religiones; que mi relación con Dios es sin intermediarios, a pesar de todas las veces que dije que creía en el Diablo cuando me reprochabas por atea… y nos reíamos por traviesa, por contestona, por rebelde, porque no me creías que adorara a Satán, porque yo sabía que no me creías, porque me dabas golpecitos de mentiras y me llamabas “so porquería”, porque siempre veías lo mejor en mí, aun cuando a mí se me olvidaba. Así que a la misa voy por ti, porque así querías ser recordada, pero también te recuerdo en medio de todas mis risas, de mis alegrías, de los regalos que me ha dado la vida, pues tú fuiste uno de los primeros, mi adorada Colibrí y sé que en cada alegría que disfruto tu mano se haya escondida, sólo lo sé. ¿Sabes? Hace unos días dejé la formalidad y m...

Hasta Pronto, Capitán

Hoy fue el día de la despedida pospuesta, la oficial. No hubo ni ha habido lágrimas, aunque las deseo. No hubo drama, no hubo promesas, todo se deshizo como se hizo, tal como rezan los principios. Un cierre, un abrazo, los “cuídate” respectivos, las sonrisas, el café sin azúcar que no supo amargo. Sin explicaciones nos llevó la corriente, los pensamientos me atacan, los recuerdos me invaden, el olor a vino y a cerveza, tu colonia, las ondas de tu cabello negro, el mechón de “Clark Ken” que siempre me ha parecido encantador, tu sonrisa y los comentarios salidos de lugar, el rubor de mis mejillas, la vida simple y tranquila que se respira cuando el mundo se reduce a una conversación sobre cualquier cosa. No íbamos a caer en los clichés, por supuesto. No hubo último beso, ni ninguna cábala de despedida ¡Pero cómo te habría besado yo ese martes si hubiera sabido que era la última vez! Los reproches los mando a la basura, no me importan y las preguntas desaparecerán con el tiempo, de...

Hasta pronto, Capitán

Hay que despedirse, incluso de los lugares, sin que esto implique no volver a visitarlos. Se trata de poner un alto a los recuerdos, de reconocer su existencia pero señalarles hasta dónde pueden llegar. Hay que despedirse de los lugares, del desayuno, de lo cotidiano. Hay que darse un momento de dolor y de complacencia, hay que quedarse inmóvil por un instante y ser consciente de los movimientos de la tierra, del universo. No hay que olvidar nunca que lo constante es el cambio. Hay que perderle miedo a la incertidumbre del mañana y darle a cada día su oportunidad. Es tiempo de despedirse, un beso en la frente, un abrazo… miradas que se cruzan, promesas que se evitan. Buena estrella, ¡Hasta pronto,  Capitán !

La Vengadora

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I. Antecedentes Desde el momento en que lo supe no pude dejar de pensar en ello, dos semanas habían transcurrido y yo no olvidaba que aquel miércoles sería mi cita con el doctor muelitas. Mamá tuvo que escuchar muchas excusas: “mami no hay agenda”, “mami no tengo tiempo”, “mami yo me cepillo tres veces al día, con eso ya es suficiente”; así que papá tuvo que intervenir “bueno hija ¿Cuándo vas a ir a revisarte los dientes?” y entonces al día siguiente ya tenía yo la cita. No puedo negarlo, le tengo pánico al doctor muelitas. Mis experiencias no han sido las mejores, no soporto los olores del consultorio, el ruido del cepillo, la succión del pato, como se destiemplan mis dientes con esos aparatos y mi enemigo más temido: el flúor. Soñé (o tuve pesadillas) con ese momento durante dos semanas, tenía miedo de vomitar –como ya me pasó una vez- en el consultorio, nunca había tenido una caries ¿Y si esta era mi primera vez? ¿Tendría que someterme a la temida fresa? ...

XV - Céfiro viajero

Vete Viento ahora déjame con el recuerdo de las risas y las ironías. Juntos. Vete y vuelve pronto, amigo mío, mézclate con los ritmos y los aromas, tráeme esa nueva versión de ti, y diviértete con la nueva versión de mí. Vete Viento ¡Sopla con toda tu fuerza! mueve los molinos de la imaginación devuélvele al mundo la esperanza, que las rosas sean un acto de bendición. Con tu energía embriaga los corazones báñalos de nostalgia y alegría, deja que las aves vuelen curiosas, que los colibríes encuentren compañía, que las hadas se conviertan en musas y las libélulas jueguen entre las flores. Vete viento ahora, y disfruta de tu propia travesía. Y cuando el tiempo se haya cumplido, vuelve a la ciudad lluviosa, que el agua necesita de tu fuerza …y el Fénix vuela mejor en tu compañía.

XIV

Se para y me mira; como si yo no me diera cuenta... Cierra la puerta, se quita la camisa, el cuarto huele todo a usted y yo me siento complacida, satisfecha. Usted me mira y cree que no me doy cuenta... me tienta. Es que usted me produce ganas. Ganas de besarle pero no de comerle la boca, más bien de saborearle el alma. Entonces lo miro y usted sonríe, se escapa la sonrisa traviesa, nos metemos entre las cobijas, el panorama da vuelta. La luz se ha ido, dos locos se descubren a tientas. Manos, besos, caricias la razón se ha ido de fiesta.

Clemencia

“Yo soy de esas mujeres en quienes el amor entra por la puerta de la admiración. Me parece difícil que llegase a apasionarme de un hombre sin admirarle primero; desdeño lo vulgar, y me siento capaz de amar toda mi vida a un mártir que hubiera perecido en un cadalso, y de convertir su memoria en un culto perpetuo; así como me parece imposible querer a algún pequeño hombre a quién la fortuna elevase sin merecerlo a la cumbre del poder, o a otro a quien la suerte caprichosa hubiese dotado de riquezas, o al triste mortal que no contara más que con el atractivo vulgar de una hermosura de Adonis, sólo buena para decorar un jardín o para ocupar un lugar en mi aparador de juguetes.  No es el valor vulgar el que me fascinaría. Valientes hay muchos pero hay acciones que sobrepasan la esfera de lo común; yo no sé precisamente lo que quiero, no acierto a expresar mi pensamiento… Se me figura que un proscrito, perseguido por todo el mundo, un mártir, un hombre que subiera al cadals...

La Cena

Tomó con firmeza el frío corazón. A pesar de su temperatura aún producía unos lentos y débiles latidos. Lo observó por un instante recorriendo centímetro a centímetro cada pedazo de músculo y vísceras que tenía entre sus manos ¿A quién se le habría ocurrido representarlo con esa forma tan diferente qué solo había percibido en las fresas y las manzanas alguna vez? ¿Quién fue capaz de imaginar un corazón como las alas mutiladas de una mariposa que sólo llegaban a la mitad? Aunque pensándolo bien, aquel trozo de carne si se asemejaba a una fresa, a una fresa gigante y puntiaguda del tamaño de su puño, no era una fresa perfecta sino una a la que las hojas le salían asimétricas y descontroladas. Sí, esa era una mejor descripción.  A su nariz llegó el aroma de los ajos y la cebolla que se encontraban sobre la estufa, hirviendo. Frente a ella, sobre el mesón, reposaba un afilado y brillante cuchillo, lo miró fijamente y otra oleada de aquel aroma le ratificó que había llegado el...

Macarrón

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Una vez más, la muerte toca nuestra puerta. Para esta visita no deseada jamás estaremos preparados, siempre pensamos en este momento como en el punto distante en el camino al que algún día llegaremos y llegarán los nuestros.  Así que de repente un día, ella se presenta para confirmarnos toda la fragilidad humana. No somos culpables por no sentirnos listos para una partida ¿Cómo estarlo cuando nuestro Lisandro se ponía en pie todos los días para iniciar su deseada jornada diaria? ¿Cómo creerlo frágil si ni el tiempo ni los vientos agrestes de la vida lograron aplacar su carácter y dominar su determinación? ¿Cómo pensar que el hombre de los ojos verdes, que trabajó por su familia, oró por sus hermanos y cargó en sus brazos a hijos, sobrinos, nietos y bisnietos, cerraría sus ojos para darnos un último pedazo de sí envuelto en un gesto alegre, tranquilo y en paz, con el cual se despediría de nosotros para volar al cielo y regalarle al creador su mirada, ese brillo que ahora ...

La Cita

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Y ahí estaban esos dos, los de siempre, los de los encuentros sin saludos ni despedidas, dejando que el café se enfriara y viendo a través del humo cómo divagaban sus pensamientos. Él estaba nervioso pero muy pocos podrían notarlo. Sabía mantener las manos firmes y la respiración acompasada, sin ir muy rápido, sin ir muy lento; pero la mirada, que en ocasiones se desviaba tras una imagen o algún recuerdo, lo delataba ante los ojos de aquellos que le conocían bien.  Fue así como sus ojos se fueron con el humo y llegaron al rostro de ella. Ahí estaban sentados los dos y él aún no era capaz de lanzar su propuesta. Ella era su última oportunidad, lo único que le quedaba en el mundo. Ella era quien siempre creería y confiaría en él, quien le seguiría aun cuando su lucha fuera estéril, aun cuando la muerte se encontrara a la vuelta de la esquina. ¿La amaba? Era una pregunta innecesaria, sobraba; no necesitaba amarla, le bastaba con que ella lo amara, de este modo garantizaba ...