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XX - De Madrugada

De madrugada vi la luz encendida toqué la puerta, abriste. Te saludé, hablamos de las hijas del trabajo de las obligaciones. Y evitamos los amores nos evitamos mutuamente. De madrugada me retiré de nuevo y tú cerraste la puerta y el tiempo siguió como si nada.

Destinatario

Creo que, aunque me he despedido, te seguiré escribiendo. Y es que tengo algunas ventajas: el anonimato de mis letras y la pequeña, casi nula posibilidad de que las descubras. Necesito escribir, porque escribo lo que no grito, escribo lo que en temores callo, y lo que guardo -aún de las letras- me desangra en lágrimas, en insomnios, en pesadillas lúcidas y angustias constantes que no me dan tregua. Así que me tomo el atrevimiento de elegirte, Capitán, como destinatario de las catas que no llagarán a puerto, con el cariño y la devoción que aún te tengo, con el fuego del alma que no me permite rendirme y con el recuerdo de tu sonrisa que no me lastima. Te pienso y te recuerdo todas los días, te sueño y te anhelo. Despierto con tu rostro fijo en mi mente; en mis sueños soy libre y camino junto a ti. De mi agridulce despedida no tengo mucho que decirte. Caminé en una dirección diferente y no era tu obligación seguirme, pero extraño tus manos, tus brazos, nuestras noches,...

Hasta Pronto, Capitán

Hoy fue el día de la despedida pospuesta, la oficial. No hubo ni ha habido lágrimas, aunque las deseo. No hubo drama, no hubo promesas, todo se deshizo como se hizo, tal como rezan los principios. Un cierre, un abrazo, los “cuídate” respectivos, las sonrisas, el café sin azúcar que no supo amargo. Sin explicaciones nos llevó la corriente, los pensamientos me atacan, los recuerdos me invaden, el olor a vino y a cerveza, tu colonia, las ondas de tu cabello negro, el mechón de “Clark Ken” que siempre me ha parecido encantador, tu sonrisa y los comentarios salidos de lugar, el rubor de mis mejillas, la vida simple y tranquila que se respira cuando el mundo se reduce a una conversación sobre cualquier cosa. No íbamos a caer en los clichés, por supuesto. No hubo último beso, ni ninguna cábala de despedida ¡Pero cómo te habría besado yo ese martes si hubiera sabido que era la última vez! Los reproches los mando a la basura, no me importan y las preguntas desaparecerán con el tiempo, de...

Hasta pronto, Capitán

Hay que despedirse, incluso de los lugares, sin que esto implique no volver a visitarlos. Se trata de poner un alto a los recuerdos, de reconocer su existencia pero señalarles hasta dónde pueden llegar. Hay que despedirse de los lugares, del desayuno, de lo cotidiano. Hay que darse un momento de dolor y de complacencia, hay que quedarse inmóvil por un instante y ser consciente de los movimientos de la tierra, del universo. No hay que olvidar nunca que lo constante es el cambio. Hay que perderle miedo a la incertidumbre del mañana y darle a cada día su oportunidad. Es tiempo de despedirse, un beso en la frente, un abrazo… miradas que se cruzan, promesas que se evitan. Buena estrella, ¡Hasta pronto,  Capitán !

Sueños lúcidos

Imagen
Quizá debía pasar todo esto para que lograra escribir, seguramente eran necesarios un encuentro fallido, un café cargado, la imagen de los ojos negros en mi memoria, el recuerdo de un salón, un esfero por estrenar y la nostalgia del atardecer de la ciudad que amo, reducida a un café de extraños que juegan a conocerse. Si, seguramente todo esto hacía falta. Y es que hay tanto por escribir, tanto que decir, que no logro ordenar mis pensamientos para saber por dónde empezar… y otra vez tú dando vueltas en mi mente, te apareces con tu sonrisa, con las líneas que salen de tus ojos cada vez que encuentras la vida divertida. De repente, vas caminando moviendo las manos, relatando un proyecto, contando los detalles con los ojos vivos, brillantes. Y en la siguiente escena me has tomado la mano. El corazón me da un brinco y sólo quiero que la calle se alargue tanto como nuestros pies se sientan cómodos para caminarla. Sigues hablando y el corazón no logra coger el ritmo, da saltos p...

XVIII

Hoy tengo un montón de dudas y entre la maraña de pensamientos sin una invitación de por medio estas tú. Me pregunto qué será de tu vida, a dónde mirarán tus ojos, con qué sed beberá tu boca, a qué se dedicarán tus manos. ¿Qué pasaría si descubrieras mis letras y con ellas tu inmortalidad? ¿Qué sería de mí si, distraído, encontraras mis versos rebeldes? ¡Silencio, sigue siendo mi cómplice! ¡Casualidad, no me traiciones! Letras mías, me niego a clausurarlas, Suerte… toma tus propias decisiones.

XVII

Mientras duermes, te voy a contar un secreto y lo sabrás aunque no abras los ojos, aunque tus oídos anestesiados finjan que el sonido no existe, aunque sueñes con ciudades frías y lejanas o con otoños románticos de crujidos y hojas desbaratadas. Te voy contar un secreto y sólo tu alma intranquila me sabrá cerca, con la complicidad de los corazones encabritados que mueren jóvenes consumidos por sus ansias de vivir. Te voy a contar que te quiero con la singularidad de aquel poema de Neruda, con el sentimiento que trae consigo decir que lo hago secretamente, entre la sombra y el alma. Te quiero de esa forma en que ni soy ni eres, profanando versos de poetas de otras épocas y sintiéndome en una época única, en un mundo que sólo existe para los dos y al que accedo cada vez que me reflejo en tus ojos, en que tu mano me acompaña al caminar. Es tanto lo que un corazón lastimado guarda y tan poco lo que se atreve a contar… es tan complejo su latido aún sangrante...