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Mostrando las entradas etiquetadas como mujeres

DE LA INJURIA Y LA CALUMNIA O LAS ESTRATEGIAS DE CONTROL Y ENCUBRIMIENTO DE LOS AGRESORES

Iniciaré este escrito con un relato de mi adolescencia. Han pasado varios años y tal vez cometa algunas imprecisiones producto del paso del tiempo, trataré de ser lo más fiel a mi recuerdo. Cuando estaba en el colegio, hacia el grado noveno (curso que inicié con 14 años y culminé con 15), empezó a correr el rumor de que uno de los profesores de educación física tenía una relación con la una niña de un grado inmediatamente inferior al mío. A ese profesor lo llamaré Federico y a la estudiante Sara. Sara era una niña muy bonita de unos ojos grandes y expresivos y unos rizos envidiables. Yo recuerdo que cuando la veía pensaba “parce, a esta vieja le queda bien hasta el uniforme”. Recuerdo que era buena en los deportes y que cuando inició el rumor yo la veía constantemente en el gimnasio y en el cuarto donde se guardaban los materiales para la clase de educación física. De hecho, ahora que lo pienso, no tengo recuerdo de Sara en un uniforme diferente al de educación física. ...

Irreversible

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Despacito y con buena letra. Eso, así, vas muy bien. No, no aprietes los dedos, deja que la mano se deslice, tienes que mover desde el codo. Así, muy bien, las letras gorditas como las de papá. Un día vas a escribir como él. Recordaba esas palabras mientras pasaba la vista por su libreta, llena de garabatos y “escrita en arameo”, como solía bromear. Viajaba en el colectivo y de repente, una idea sobre su tesis le atravesó la cabeza, revoloteó en su maleta en busca de un bolígrafo, pero cuando lo encontró el temblor de sus manos y las ondulaciones del pavimento le impidieron escribir – Ya la recordaré y si no lo hago, no era tan buena- pensó y dejó caer los materiales en su bolso. El colectivo –uno de los pocos que quedaban en la ciudad- entró al centro por la Carrera Quinta, que se abría paso en medio de casas coloniales y edificaciones restauradas que –decían algunos- habían sido testigos de independencias, fugas, tretas, muerte y vida. Suspiró sin voluntad y le pidió al cond...

Esa tal desigualdad sí existe

¿De cuándo a acá ser feminista se volvió un motivo de vergüenza? ¿Desde cuándo hacer un llamado al respeto por los derechos que nos corresponden como personas se volvió un boleto de entrada automática en el nacional socialismo? No son pocas las ocasiones en las que he tenido que escuchar a muchas mujeres y algunos hombres empezar sus intervenciones con palabras como “no es que sea feminista, pero me parece que…”, como si fuera un crimen ser feminista, como si hubiese que disculparse por serlo. Es triste y frustrante tener que explicar que el hecho de que tengamos acceso al trabajo y al voto no implica que la brecha de desigualdad basada en el género haya desaparecido. Es triste que nos nieguen en nuestra cara que aún hoy las mujeres reciben menores ingresos en cargos con las mismas obligaciones que los hombres, que nos digan que no llegamos a cargos directivos porque no estamos capacitadas, que no vamos a la universidad porque no queremos y que sean pocos los que se cuestionen...

No Me Alegra

Hace unos días leí y escuché a través de las redes sociales y los medios de comunicación, diferentes manifestaciones acerca de la aprobación en la Cámara de Representantes de la llamada Ley “Rosa Elvira Cely”, en la cual se tipifica [1] como delito autónomo al feminicidio, lo que consiste en que de ahora en adelante el feminicidio –entendido como el acto de matar a una mujer por el hecho de ser mujer- dejaría de ser un agravante (una circunstancia que aumenta la pena) y se convertiría en un delito autónomo, con su propias características y dosificación. Vi cómo distintas posturas eran defendidas: encontré personas que celebraban la tipificación del delito y otras que lo tomaban como una afrenta al principio de igualdad, argumentando que de ahora en adelante la vida de una mujer valdría más que la de un hombre y que faltaba ver si pasaba la conciliación de las dos cámaras del Congreso y la sanción Presidencial. No me encuentro en ninguno de los dos extremos y definitivamente co...

XVI - Un Beso

Dame un beso que me dure hasta mañana, un beso que me devuelva la calma. En estas noches de oscuridad abrumadora, dame un beso amor mío, bésame el alma. Dame un beso que sea agua en los días de sed, mi escudo contra el frío en los días de lluvia. Regálame en tus labios un pedacito de tu vida el sabor de tu boca en cada lágrima que caiga. Te voy viendo en calma como en el cine, Tú: mi película más deseada, te descubro por escenas que se enfocan en tus ojos amor, tu misteriosa mirada, en tus líneas disparejas, tus manos que no tiemblan, los segmentos de tus hombros los dedos que se atraviesan. Te encuentro al cerrar mis ojos y el aroma de tu cuello hace presencia; te veo en los niños, amor, escucho tu voz, escucho tu inocencia. Dame un beso ahora, mi bien, toma mi mano, si quieres también bésala. Desliza tus dedos entre mis cabellos enredados pero dame un beso para que no me pierda. Abrázame con tus brazos como sogas, lazos que no asfixian sino que acomp...

Certeza

-¿Y cómo sabes que estás enamorado de ella? -Porque el momento más importante del día ocurre cuando la veo sonreír.

XIV

Se para y me mira; como si yo no me diera cuenta... Cierra la puerta, se quita la camisa, el cuarto huele todo a usted y yo me siento complacida, satisfecha. Usted me mira y cree que no me doy cuenta... me tienta. Es que usted me produce ganas. Ganas de besarle pero no de comerle la boca, más bien de saborearle el alma. Entonces lo miro y usted sonríe, se escapa la sonrisa traviesa, nos metemos entre las cobijas, el panorama da vuelta. La luz se ha ido, dos locos se descubren a tientas. Manos, besos, caricias la razón se ha ido de fiesta.

Desnuda

Escribí, leí, no me gustó, borré. Escribí, borré. Escribí, leí; lo dejé de lado, lo retomé, lo envié al carajo, lo maldije, borré. Escribí de nuevo, puse una canción, me supo a vino ¿Me supo a vino? Huele a gas propano ¿Huele? Moriremos, ahora sí puedo escribir. Tuve un amor, tuve muchos. Me cansé un día de la vida, hice algo al respecto. No funcionó, lo sabíamos, tal vez no lo hice bien, tal vez en realidad no lo quería. ¿Amar o vivir-morir? Las dos o tal vez ninguna. De nuevo lo leo, lo entiendo, fue una cuestión de tercios, por eso no se dio: no me gustan los números impares, no me gustan tampoco los primos pero me gustan los números y los extraño, entonces voy a hacer cuentas. Años, dinero, cuentos, amistades, fechas, sumas, restas, mis divisiones,  tus multiplicaciones. Me duele el pecho y no es el corazón. Leí de nuevo, resulta que no es al corazón al que le duele sino al cerebro ¡Y el muy puto nos estuvo engañando todo este tiempo! Así que ...

Clemencia

“Yo soy de esas mujeres en quienes el amor entra por la puerta de la admiración. Me parece difícil que llegase a apasionarme de un hombre sin admirarle primero; desdeño lo vulgar, y me siento capaz de amar toda mi vida a un mártir que hubiera perecido en un cadalso, y de convertir su memoria en un culto perpetuo; así como me parece imposible querer a algún pequeño hombre a quién la fortuna elevase sin merecerlo a la cumbre del poder, o a otro a quien la suerte caprichosa hubiese dotado de riquezas, o al triste mortal que no contara más que con el atractivo vulgar de una hermosura de Adonis, sólo buena para decorar un jardín o para ocupar un lugar en mi aparador de juguetes.  No es el valor vulgar el que me fascinaría. Valientes hay muchos pero hay acciones que sobrepasan la esfera de lo común; yo no sé precisamente lo que quiero, no acierto a expresar mi pensamiento… Se me figura que un proscrito, perseguido por todo el mundo, un mártir, un hombre que subiera al cadals...

La Cena

Tomó con firmeza el frío corazón. A pesar de su temperatura aún producía unos lentos y débiles latidos. Lo observó por un instante recorriendo centímetro a centímetro cada pedazo de músculo y vísceras que tenía entre sus manos ¿A quién se le habría ocurrido representarlo con esa forma tan diferente qué solo había percibido en las fresas y las manzanas alguna vez? ¿Quién fue capaz de imaginar un corazón como las alas mutiladas de una mariposa que sólo llegaban a la mitad? Aunque pensándolo bien, aquel trozo de carne si se asemejaba a una fresa, a una fresa gigante y puntiaguda del tamaño de su puño, no era una fresa perfecta sino una a la que las hojas le salían asimétricas y descontroladas. Sí, esa era una mejor descripción.  A su nariz llegó el aroma de los ajos y la cebolla que se encontraban sobre la estufa, hirviendo. Frente a ella, sobre el mesón, reposaba un afilado y brillante cuchillo, lo miró fijamente y otra oleada de aquel aroma le ratificó que había llegado el...

La Cita

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Y ahí estaban esos dos, los de siempre, los de los encuentros sin saludos ni despedidas, dejando que el café se enfriara y viendo a través del humo cómo divagaban sus pensamientos. Él estaba nervioso pero muy pocos podrían notarlo. Sabía mantener las manos firmes y la respiración acompasada, sin ir muy rápido, sin ir muy lento; pero la mirada, que en ocasiones se desviaba tras una imagen o algún recuerdo, lo delataba ante los ojos de aquellos que le conocían bien.  Fue así como sus ojos se fueron con el humo y llegaron al rostro de ella. Ahí estaban sentados los dos y él aún no era capaz de lanzar su propuesta. Ella era su última oportunidad, lo único que le quedaba en el mundo. Ella era quien siempre creería y confiaría en él, quien le seguiría aun cuando su lucha fuera estéril, aun cuando la muerte se encontrara a la vuelta de la esquina. ¿La amaba? Era una pregunta innecesaria, sobraba; no necesitaba amarla, le bastaba con que ella lo amara, de este modo garantizaba ...

Síndrome de Penélope

Existe una canción de la autoría de Joan Manuel Serrat -la cual también es interpretada por Diego Torres en homenaje al autor español- que se llama Penélope. La letra puede ser tachada por algunos como cursi o demasiado emocional, sin embargo, narra una historia que ha inspirado el presente post y que por lo mismo, transcribiré a continuación:  Penélope,  con su bolso de piel marrón  y sus zapatos de tacón  y su vestido de domingo.  Penélope,  se sienta en un banco en el andén  y espera que llegue el primer tren  meneando el abanico.  Dicen en el pueblo  que un caminante paró  su reloj  una tarde de primavera.  "Adiós amor mío  no me llores, volveré  antes que  de los sauces caigan las hojas.  Piensa en mí  volveré a por ti..."  Pobre infeliz  se paró tu reloj infantil  una tarde plomiza de abril  cuando se fue tu ama...