Síndrome de Penélope



Existe una canción de la autoría de Joan Manuel Serrat -la cual también es interpretada por Diego Torres en homenaje al autor español- que se llama Penélope. La letra puede ser tachada por algunos como cursi o demasiado emocional, sin embargo, narra una historia que ha inspirado el presente post y que por lo mismo, transcribiré a continuación: 

Penélope, 

con su bolso de piel marrón 
y sus zapatos de tacón 
y su vestido de domingo. 

Penélope, 
se sienta en un banco en el andén 
y espera que llegue el primer tren 
meneando el abanico. 

Dicen en el pueblo 
que un caminante paró 
su reloj 
una tarde de primavera. 

"Adiós amor mío 
no me llores, volveré 
antes que 
de los sauces caigan las hojas. 
Piensa en mí 
volveré a por ti..." 

Pobre infeliz 
se paró tu reloj infantil 
una tarde plomiza de abril 
cuando se fue tu amante. 

Se marchitó 
en tu huerto hasta la última flor. 
No hay un sauce en la calle Mayor 
para Penélope. 

Penélope, 
tristes a fuerza de esperar, 
sus ojos, parecen brillar 
si un tren silba a lo lejos. 

Penélope 
uno tras otro los ve pasar, 
mira sus caras, les oye hablar, 
para ella son muñecos. 


Dicen en el pueblo 
que el caminante volvió. 
La encontró 
en su banco de pino verde. 

La llamó: "Penélope 
mi amante fiel, mi paz, 
deja ya 
de tejer sueños en tu mente, 
mírame, 
soy tu amor, regresé". 

Le sonrió 
con los ojos llenitos de ayer, 
no era así su cara ni su piel. 
"Tú no eres quien yo espero". 

Y se quedó 
con el bolso de piel marrón 
y sus zapatitos de tacón 
sentada en la estación. 

Mucho se ha dicho sobre esta letra. Hay quienes afirman –acertadamente, en mi concepto- que esta canción tiene como base la obra de Homero “La Odisea”, realizando constantes referencias a la misma, en tanto, por ejemplo, la esposa de Ulises u Odiseo, lo espera por 20 años y en el momento en que se produce su regreso, aquella no reconoce su aspecto físico, es decir “no era así ni si cara ni su piel”. No obstante, no es este el punto que quiero tocar respecto a esta canción, ni tampoco la interpretación que yo le doy a la misma. 

He llamado a esta entrada “el Síndrome de Penélope” porque considero que es algo que les ocurre a más personas de las que uno podría llegar a imaginarse. Se trata de una idealización de esa persona por la cual se siente cariño, afecto, o –incluso- amor, aunque no podría afirmar la certeza de este último sentimiento. 

Por alguna razón que desconozco, las personas tienden a crear un ser ideal en su mente, que se aleja de la persona real a la cual dedican sus afectos. Ese ser que se crea, produce un sentimiento de ilusión y hasta satisfacción que hace que la persona a cuya imaginación posee, sienta que cada vez se enamora más y más de él. 

El problema ocurre cuando, por diferentes razones, se tiene que hacer un contraste entre ese ser ideal y el ser real; en ese instante la persona se da cuenta de su propio engaño. Generalmente, ese momento llega cuando, por ejemplo, el ser ideal ha sido un amor platónico o no correspondido por mucho tiempo, hasta que, por azares de la vida, se da algún tipo de relación con ella. También ocurre cuando, después de un rompimiento y un largo periodo de distanciamiento, se vuelve a tener una relación con el personaje idealizado. 

En ambos casos el efecto es el mismo. Las cosas no funcionan y un nuevo rompimiento es inevitable, ya que el creador del ideal no soporta el contraste entre la realidad y su fantasía, así que siente que algo falta, que las cosas no van como él quisiera, que la otra persona cambió o no era lo que esperaba. 

Sin embargo, para el fantasioso no es fácil alejarse de la figura que ha idealizado, entonces llega un momento de profunda confusión, uno de esos típicos espacios que se podrían definir con una frase como “ni contigo ni sin ti”. Y es que claro, no es fácil aceptar la frustración que produce el sentirse equivocado, casi engañado, mucho menos lo es saber que se es producto de sí mismo. 

Lleva tiempo darse cuenta del Síndrome de Penélope. Reconocer y admitir que no se está enamorado de una persona sino de lo que esa persona representaba… casi se podría decir que de lo que se ha estado enamorado es de un sentimiento, de las sensaciones y emociones que se producen al pensar en ese ser idealizado, pero no de él. 

Esto es lo que le pasa a Penélope, la de la canción. Ella no está enamorada del caminante sino de la imagen que tiene del caminante en su cabeza. Sí lo que ella sintiese fuere amor por él, reconocería el paso del tiempo y no lo esperaría con el rostro de ayer, pero es incapaz de alejarse la figura que ha creado en su mente, por eso, cuando él vuelve, ella no lo reconoce; en realidad no es de él de quien está enamorada. 

Creo que más de una persona de las que lea este post se sentirá identificada con la descripción que aquí proporciono, la pregunta es: si usted es consciente de que lo suyo es el Síndrome de Penélope ¿Está dispuesto a seguir dejando que los trenes se pasen?

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