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Mostrando entradas de junio, 2015

Carta a Colibrí

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A los tres años del último vuelo del Colibrí Mi madre me dijo de la misa el viernes, aunque yo la esperaba desde el inicio de junio. Sigo yendo sagradamente, aunque sabes que no soy de iglesias, de curas, ni de religiones; que mi relación con Dios es sin intermediarios, a pesar de todas las veces que dije que creía en el Diablo cuando me reprochabas por atea… y nos reíamos por traviesa, por contestona, por rebelde, porque no me creías que adorara a Satán, porque yo sabía que no me creías, porque me dabas golpecitos de mentiras y me llamabas “so porquería”, porque siempre veías lo mejor en mí, aun cuando a mí se me olvidaba. Así que a la misa voy por ti, porque así querías ser recordada, pero también te recuerdo en medio de todas mis risas, de mis alegrías, de los regalos que me ha dado la vida, pues tú fuiste uno de los primeros, mi adorada Colibrí y sé que en cada alegría que disfruto tu mano se haya escondida, sólo lo sé. ¿Sabes? Hace unos días dejé la formalidad y m

XXIII

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Lo que miro es el infinito  de mis ojos creando estrellas,  porque las que existen no me bastan,  porque el universo no me encierra. En lo que pienso es en los versos para los que aún no nace poeta,  porque las palabras existen en los labios y en las manos de quien las libera. Y en el viaje que no conozco,  en la canción que aún no toco,  la nada y el por siempre se acompañan en las condenas que dan espera. No intentes en vano descifrarme,  soy un fantasma, un espíritu viajero,  el reflejo que se esconde tras tus párpados cuando cierras los ojos y viene el sueño.

No Me Alegra

Hace unos días leí y escuché a través de las redes sociales y los medios de comunicación, diferentes manifestaciones acerca de la aprobación en la Cámara de Representantes de la llamada Ley “Rosa Elvira Cely”, en la cual se tipifica [1] como delito autónomo al feminicidio, lo que consiste en que de ahora en adelante el feminicidio –entendido como el acto de matar a una mujer por el hecho de ser mujer- dejaría de ser un agravante (una circunstancia que aumenta la pena) y se convertiría en un delito autónomo, con su propias características y dosificación. Vi cómo distintas posturas eran defendidas: encontré personas que celebraban la tipificación del delito y otras que lo tomaban como una afrenta al principio de igualdad, argumentando que de ahora en adelante la vida de una mujer valdría más que la de un hombre y que faltaba ver si pasaba la conciliación de las dos cámaras del Congreso y la sanción Presidencial. No me encuentro en ninguno de los dos extremos y definitivamente co

XXII - Identidades

Toda desesperanza tiene un nombre,  toda miseria tiene un nombre,  toda alegría tiene un nombre,  toda responsabilidad es anónima.