La Vengadora


I. Antecedentes

Desde el momento en que lo supe no pude dejar de pensar en ello, dos semanas habían transcurrido y yo no olvidaba que aquel miércoles sería mi cita con el doctor muelitas. Mamá tuvo que escuchar muchas excusas: “mami no hay agenda”, “mami no tengo tiempo”, “mami yo me cepillo tres veces al día, con eso ya es suficiente”; así que papá tuvo que intervenir “bueno hija ¿Cuándo vas a ir a revisarte los dientes?” y entonces al día siguiente ya tenía yo la cita.

No puedo negarlo, le tengo pánico al doctor muelitas. Mis experiencias no han sido las mejores, no soporto los olores del consultorio, el ruido del cepillo, la succión del pato, como se destiemplan mis dientes con esos aparatos y mi enemigo más temido: el flúor.

Soñé (o tuve pesadillas) con ese momento durante dos semanas, tenía miedo de vomitar –como ya me pasó una vez- en el consultorio, nunca había tenido una caries ¿Y si esta era mi primera vez? ¿Tendría que someterme a la temida fresa? ¿Sería yo su próxima víctima? ¿Serían ciertas las historias sobre su ruido macabro y el dolor extremo que producía? ¿Y si tenía dañada una muelita? ¿Me harían tratamiento de conductos, me iban a “matar la muela” como mi papá siempre decía cuando renegaba en contra de ese procedimiento? ¿Y si perdía las muelas, los dientes? Ah no, yo no me iba a dejar sacar ningún diente, es más, las caries bien podían ser un invento de los odontólogos para cobrar más o para torturarnos ¡O para hacer pruebas con nosotros! ¡No señor, conmigo nadie iba a experimentar!

Decidida a no dejarme engañar me fui a dormir la noche del martes. Por alguna extraña razón soñé que me iba de viaje a otra ciudad. Tan raro –pensé al día siguiente- ¿Qué significará ese sueño?


II. Miércoles

7:30 a.m.
-Hija
-¿Señora?
-¿Ya alistaste el cepillo?
-Si señora.
-¿Y la crema?
-También
-Y…
-Sí, la seda también.
-La cita es a las tres de la tarde ¿Cierto?
-Ajá
-Ah bueno. No te puedo acompañar porque salgo tarde del trabajo, pero me llamas cuando termines
-Ay mami, tan boba, si yo ya soy grande…

11:00 a.m.
-¡Esto está muy largo, no vamos a terminar nunca!
-Relájate, tenemos dos días
-¿Y hoy hasta qué hora nos quedamos? ¿Tú tienes que trabajar?
-Sí, voy en la tarde.
-Ah, yo pensaba quedarme todo el día.
-¿No me dijiste que tenías cita?
-Sí, sí, pero pues, primero las tareas ¿No?
-Pues yo tengo que trabajar ¿A qué hora tienes la cita?
-A las tres.
-Concentrémonos mejor, no sea que se haga tarde.

1:00 p.m.
-¡Mira la hora!
-Tenemos que almorzar.
-Dejemos hasta acá, se te va a hacer tarde.
-No, aún hay tiempo.
-Mejor llegas temprano ¿No?
-Pues si…

1:30 p.m.
Ring, ring
-¿Aló?
-Hola Mi Vida ¿Cómo estás?
-Hola Amor, bien, aquí estudiando.
-¿Dónde estás?
-En la biblioteca.
-¿Y no tenías cita?
-Sí, ahorita me voy.
-Mejor temprano, por si encuentras trancón.
-Ajá, ya salgo.

2:00 p.m.
-¡Carajo voy a perder la cita! ¡Y no comí! ¡Y tengo náuseas!
-Las náuseas son por no comer, te dije que se iba a hacer tarde.
-¿Y si comemos en esa equina? Yo traje almuerzo.
-Yo también traje, sentémonos ahí.

-Disculpen, aquí no se puede comer.
-¿Entonces dónde se puede?
-En el quinto piso
-¿Vamos a allá?
-No alcanzo, mejor empaco todo, con el jugo que tomé es suficiente.

2:30 p.m.
Dos sorbos de jugo de mora, tres cucharadas de arroz y uno que otro bocado al pollo. El estómago me empezó a doler a causa del hambre y tuve que sacar el almuerzo en el bus; me senté contra la ventana, como estaba frío no producía mayor olor.

3:00 p.m. – Sala de espera
-¿Andrea Guzmán? ¿Andrea Guzmán?- Nadie contestó.

Seguro se arrepintió –pensé- yo también huiría si tuviera oportunidad. ¡Ay no ¿Por qué comí?! Me voy a vomitar, tengo muchas ganas de vomitar. ¿Y si hablo con el médico y le explico que tengo náuseas, que me duele la garganta, que mejor no me atienda hoy? Sería por su bien, total, si tengo algo grave, una infección sumamente contagiosa, bueno, no grave pero sí muy incómoda, no querrá contagiarse, ¡Cuántos pobres pacientes se quedarán sin su odontólogo!

¡Ay no, me voy a desmayar!, todo me da vueltas, ¡¿Qué voy a hacer?! ¡Preciso hoy me da por venirme en falda! Me voy a desmayar, voy a vomitar ¡Y me van a ver los calzones! ¿Será que uno si puede vomitar desmayado? ¡Ay no! ¡Voy a bronco-aspirar! ¡La gente se muere ahogada así! ¡No, no, no!

Hoy no me siento bien, no pasa nada si le explico al odontólogo que estoy un poco mal de salud, no será la primera vez que suceda, estoy segura. Mejor voy al baño y me cepillo los dientes otra vez, ¡No sea que al cretino le dé por atenderme para experimentar conmigo a pesar de mi grave estado de salud!

 3:05 p.m. – Baño
 -¡Nicolás! ¡Nicolás! ¡Apúrate Nicolás que ya te va a llamar el doctor!
-Ya voy mami, ya voy.
-¡Sal del baño que no estás haciendo nada, te conozco!

Sale Nicolás con la miraba baja. La madre se acurruca para hablarle:
-¿Qué tienes hijo? –Le pregunta con dulzura.
-Es que ¿Me van a chuzar, mami?
-No lo sé.
-¡Pero yo no quiero que me chucen la colita!
-Ay hijo, es por tu bien, te vas a poner mejor. Además, tú eres el Capitán América, eres valiente…

Pierdo la conversación porque la madre carga a Nicolás y lo saca del baño. ¿Cómo le va a decir al muchachito que es el Capitán América? ¡Semejante héroe tan pendejo! Todavía Thor o Wolverine, ¿Pero el Capitán América? Sinceramente yo prefiero a Iron Man. Mi mamita tenía mejores ideas, cuando yo levantaba la clínica a gritos porque me iban a sacar sangre me decía que yo era valiente, como una de las Guerreras Mágicas o me preguntaba qué haría si esta fuera una de las pruebas para que me dejaran pilotear al Barón Rojo ¡Ah no! ¡Eso sí era motivación! Yo alistaba el brazo, contenía las lágrimas, miraba a los ojos a la enfermera, veía mis venas azules, sabía que me iba a doler y entonces miraba al otro lado, mi mami me esperaba en la puerta, yo me ponía ansiosa, sudaba, sentía el alcohol frío y la presión del caucho apretando mi brazo, ahí venía la aguja, apretaba los ojos ¡No voy a llorar!

Ya -me decía mi mami- abre los ojos y suelta la manito. Yo asentía con la cabeza y no decía ni una sola palabra –Yo creo que tú manejarías mejor al Barón que Ken Kurenai -seguía-  él no es tan valiente como tú. Era verdad, Ken era un llorón.

Me ponían una curita:
-¿La quieres de animalitos?- Preguntaba la enfermera
-No, yo ya soy grande- respondía con dignidad.
-¡Qué lástima!, yo que te iba a poner un sellito
-¿Un sellito?
-Sí, por aquí tengo unos del Rey León.
-Bueno, eso es como un tatuaje ¿Cierto mami?
-Algo así- respondía mi mamá con poco agrado porque nunca le gustó que me rayara las manos.
-Entonces sí, eso es de grandes…

Ojalá estuviera aquí mi mami, yo no soy ninguna valiente, no soy la heroína de nadie, yo no salvo al mundo ni siquiera soy capaz de salvarme a mí misma. Me voy a quedar aquí en el baño, no voy a escuchar cuando me llamen; con lo de malas que soy, capaz y alguien en la sala de espera me conoce y entonces me avienta cuando me llamen. No, yo no voy a entrar.

Ay, me siento mal, si mi mami estuviera aquí se pondría brava y triste, ella si cree que yo soy valiente, además tendría razón: es por mi bien… yo creo que si respiro más despacio se me quitan las náuseas, además ¿Cuánto puede durar la cita? No serán más de 15 minutos, sí me pongo a cantar alguna canción en la cabeza seguro el tiempo se pasa rápido. Como me tienen que atender acostada, pues se me va a ir pasando el mareo, no me voy a caer y si el médico ve que realmente estoy mal me lo va a decir. Sólo es un momentito, entre más rápido vaya, más rápido me desocupo… eso diría mi mami.

III. La Cita

3:20 p.m.
Del consultorio sale una mujer pequeñita, de unos veinti-tantos, pronuncia mi nombre y busca en la sala de espera.
-Yo, soy yo.
-Siga por favor.
-Sí señora.
-Siéntese en esa silla- me indica, dirigiéndose al armatoste en el que lo encaraman a uno para ponerle una luz cegadora en la cara y someterlo a abrir las fauces como si por descuido le fueran a hacer una lobotomía.
-Voy.
-No, por ese lado no, al contrario- me corrige, como si yo fuera adivina o me la pasara en el odontólogo para saber cómo es que se usa la silla esa.
-¿Así?
-Sí, así. ¿Es la primera vez que viene?
-No, vengo casi todos los años.
-¿Y ya la vio el odontólogo general?
-Sí, de allá me remitieron para acá.
-Pero eso fue hace rato.
-Ajá.
-¿Alguna enfermedad que deba tener en cuenta?
-No.
-¿Su dirección sigue siendo la misma?
-Sí.
-¿Cuál es su nivel educativo?- vieja pendeja, me va a mirar la boca o me va a hacer una entrevista- pensé
-Universitario.
-Bueno, vamos a revisarla- ¡Mentiras! ¿No tiene ninguna otra preguntica que hacerme?
-Abra grande.
-…
-Mmmm, ajá, oooh, ah sí ¿Cuántas veces se cepilla al día?
-…
-Ya puede cerrar la boca.
-Tres.
-¿Y usa la seda?
-Sí.
-¿Cuántas veces?
-Una.
-Bueno, la va a usar dos veces al día, sobre todo en la noche.
-Sí, señora.
-Ahora hagamos la limpieza. Abra grande.
-Ay Diosito, si me salvo de esta, no vuelvo a decir groserías… bueno, lo intento.

Lo primero que sentí, fue el pato queriéndose comer mi mejilla desde adentro, luego vino el agua y después una cosa se sonaba horrible y golpeaba mis encías. El ruido parecía un chillido y los dientes se me empezaron a destemplar; sin darme cuenta, en menos de 30 segundos todos los músculos de mi cuerpo se habían contraído y yo arrugaba hasta la frente. Con los párpados apretados, mi cabeza intentaba concentrarse en alguna canción.

“En un mundo de caos,
un campeón surgirá,
mitad humano y parte metal
un gladiador singular,
¡El Barón!”

-No cierre la boca, por favor. Abra grande.

Yo, puedo, yo puedo.

“Un hombre mecánico
con un corazón digital,
nadie te podrá igualar,
soldado de metal”

-Listo, ahora le voy a pasar la crema y el cepillo. Las revoluciones del cepillo eléctrico empeoraban el temblor de mis dientes, por un momento tuve miedo de que se cayeran.

¡Él es el Barón,
es un campeón”

El aparato tocó mi lengua, me dolió y no pude evitar un movimiento brusco, algo así como un mini salto. Discúlpeme -dijo la odontóloga- ya voy a terminar, sólo me faltan los de arriba. No obstante, justo en ese momento el cepillo tocó de nuevo mi lengua, pero ahora estaba apagado y no hubo dolor sino un reflejo que revivió mis peores miedos.

-Tranquila, las arcadas son normales, respire despacio y abra grande.

“atacará y no perderá,
¡El Barón!”

No voy a aguantar más me voy a vomitar ¡Mierda ¿Por qué vine?!

“Él es el Barón,
Es un campeón,
Batallará y no perderá
¡El Barón!”.

-Bueno, terminamos.
-¿Ya?
-Sí. Tiene que volver en seis meses.
-¡¿Seis meses?!
-Sí, el control es cada seis meses, no cada año- dijo con un todo de desaprobación.
-Sí, señora- respondí sintiéndome regañada.
-¿Y el flúor?
-jajajaja no, eso ya no es necesario.
-¡¿En serio?!
-A usted no es que le guste mucho venir por acá ¿Cierto?
-No mucho.
-Vuelva en seis meses, es lo mejor. Además la felicito, no tiene ni una sola caries, tampoco había cálculos, siga así.
-Vale, gracias. ¿Y qué es eso?
-Unos sellitos, para los niños.
-Ah…
-Le pondría uno pero usted ya está grande.
-jajaja yo sé. Hasta luego.
-Hasta luego.

3:30 p.m.
Vieja ridícula, pues claro que ya estoy grande, ¿Para qué quiero yo un sellito? Igual, tampoco es que la tinta se le fuera a acabar si me pusiera uno. Digo, estoy grande pero no me va a poner un sellito en todo el brazo, sólo algo ligero en la mano. Bah, me da igual… un sellito…


IV. Recompensa

Salí de la clínica tan pronto como pude, los centros médicos no son mis lugares favoritos. Entré al supermercado a mirar qué había por ahí. Encontré los estantes promocionando artículos escolares, era de esperarse teniendo en cuenta la cercanía del regreso a clases. Me acerqué a los cuadernos y no pude evitar sonreír ante lo que encontré.

Thor, Spiderman, el Capitán América, Hulk y Iron Man reunidos en una portada y en la parte inferior un logo que me era bastante familiar: Marvel Comics. Estaban en la gaveta más cercana al piso, así que tuve que poner la maleta tras de mí para poderme agachar –lindo el día en el que se me dio por ponerme falda. Ahí estaban, con argollas y colores llamativos, otros cosidos y con la portada en relieve; habían unos con un solo héroe, otros con los rostros de cada uno. Al abrirlos, encontré calcomanías no sólo de esos Vengadores, sino de Ghost Rider, Humen Fire (la Antorcha Humana), Thing (La Mole), Wolverine (Guepardo), Magneto y Boomerang; héroes con defectos y villanos que en algún punto tuvieron que trabajar del lado de los buenos.

No, no y no, es demasiado infantil de mi parte llevarme ese cuaderno, no lo necesito, además si me lo ven en la universidad me la montan y ni modos de utilizarlo para cosas personales ¿Qué van a decir de una abogada con agenda de súper héroes?

Aunque si lo pienso un poco mejor, hoy me porté bastante bien. Hubiera podido no entrar, irme o quedarme en el baño, es más, hubiera podido vomitar por pura sugestión pero lo logré… y si, ya soy grande, pero todo el mundo dice que siempre llevamos un niño dentro, la niña dentro de mí se sentiría muy feliz con ese cuaderno ¡Y se portó bastante bien! Además ¿Qué tiene? Lo puedo utilizar para la maestría ¿Quién se va a fijar en un cuaderno?


V. Epílogo

Todos somos estrellas, todos podemos brillar, todos hemos tenido miedo pero, como ya lo han dicho muchas veces, ser valiente no significa no tener miedo sino aprender a superarlo. Todos podemos ser héroes y villanos en una misma persona, en el mundo no sólo existen el blanco y el negro, ni tampoco la escala de grises; estamos llenos de matices, de colores, de inocencia a pesar de los años, de sueños a pesar de las realidades.

La niña que vive en mí aún quiere ser una heroína y aunque ya entendió que no puede salvar el mundo, también es consciente de que puede ser una abogada que cambie o mejore el mundo de una sola persona… y ahí estarán ellos para recordárselo:



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