Conclusiones de una Noche Cualquiera



Nos dieron la cuenta –Esta vez invita usted ¿No?- Dijo mi amigo en tono de broma –Listo, no hay problema- respondí sacando la billetera de mi bolsa. Él sonrió y me dijo -¿Usted está dispuesta a pagar la cuenta y no tiene novio? Yo hice una mueca que se asemejó a una sonrisa y guardé silencio.

En parte si me parecía gracioso porque, aunque desconozco el porcentaje de mujeres que está presta a hacer una invitación o a pagar una cuenta por mitad, dentro del círculo en el cual me muevo he notado un importante avance en estos temas. Así, las mujeres que conozco ya no salen esperando que siempre sea él quien pague e incluso están dispuestas a ser ellas quien asuman los gastos. Y obvio, en casos extremos también he visto abusos económicos, aquellos sobre los cuales ellos se quejan tanto; incluso yo misma me he sentido cercana a ese lugar. Por lo tanto, me pareció extraño que él encontrara eso como una cualidad remarcable.

Pero había un poco de incomodidad en mi expresión porque no era la primera persona que me hacía un comentario al respecto. Por esos días había escuchado cosas como “pero si tu eres inteligente”, “pero si tu eres bonita”, “pero si tu eres buena gente”, “pero si tu eres muy agradable”, “pero si tu eres una mujer envidiable”, y todo concluía con la misma pregunta “¿entonces por qué no tienes novio?”.

Al principio sacaba algún chiste al respecto y tomaba todo con buen humor; “lo que pasa es que no hay nadie que me aguante” era una de mis respuestas favoritas. Sin embargo, los días fueron pasando y los comentarios siguieron llegando.

En este punto quiero aclarar algo: no es que yo esté experimentando una suerte de “presión social” que me esté coaccionando a encontrar pareja, ni que me sienta en un “estado de necesidad” donde esté desesperada porque algún hombre se acerque a mí. No. Tampoco voy a mentir y fingir que en el tiempo en que no he tenido una relación formal no haya existido algún “tinieblo” por ahí. El punto es que la duda nació en mí a raíz del interés, la curiosidad o la broma de otros.

Así que me puse a pensar y lo primero que vino a mi mente fueron las posibles prevenciones que pudieran existir producto de mis experiencias pasadas. Hice un repaso por mis aciertos y mis errores; me pregunté muy sinceramente si eso era lo que me impedía subirme en aquel barco una vez más. Pero luego de mucho pensarlo, me di cuenta de que las heridas ya habían sanado, que las cicatrices eran honrosas marcas de la batalla que es vivir, y que los recuerdos no eran más que enseñanzas porque yo ya me había encargado de descontaminarlos.

Entonces la pregunta fue ¿Hay algo malo en mí? Y ahí fui desenmarañando mis pensamientos para investigar cada una de mis posibilidades. Me di cuenta de que soy una persona testaruda, caprichosa, que a veces hace “pataleta”, que adora sentirse consentida, que de vez en cuando pierde la cabeza porque se piensa el mundo más de lo que alguien consideraría recomendable y que por lo mismo, necesita de esa mirada, de ese beso, de ese abrazo que te dice “todo va a estar bien”. Me di cuenta de que soy más niña de lo que realmente reconozco y que además me encantan mis ataques de inmadurez, que soy demasiado espontánea como para fingir una sonrisa y demasiado sentimental como para esconder una lágrima, que detrás de mis comentarios ácidos se esconde una ternura que solo demuestro a quién me da la confianza de no aprovecharse de aquello que yo puedo considerar mi debilidad.

Descubrí que aun sueño, canto, hablo y bailo sola, que todavía tengo la necesidad de gritar en la calle y lo hago; que, contrario a lo que en algún momento pensé, soy un mundo por descubrir, tanto que ni yo misma me he llegado a conocer por completo. Así que mi respuesta fue sencilla: no hay nada malo en mí.

Terminé por concluir que todo es cuestión de momentos y que solo me arriesgaré cuando considere que la apuesta valga la pena, cuando encuentre lo que quiero, cuando vea el romance, la locura y el deseo reunidos en un acorde que me haga una seductora invitación, cuando yo sea su orgullo y él el mio, cuando alguien entienda la libertad que proporciona el elegir recorrer el mismo camino.


Porque mis miedos y mis secretos y cada pedacito de mis alegrías son demasiado importantes como para compartirlos con cualquiera y algo tengo muy claro en este momento: Yo no soy la sombra de nadie.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gustó!!!
No debes ser tan inaguantable, un abrazo Adri !!!
Anónimo ha dicho que…
Si ambos creen conocerse, todo se vuelve aburrido... Romance, locura, deseo y seducción, fabulosa mezcla que espero encuentres.

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