Invierno


Aún me preguntan por qué me enamoré de ti. Cada vez que lo hacen vienen a mí los recuerdos de las primeras citas y los muchos cigarrillos que fumé mientras intentaba sostener una conversación coherente contigo. Aún se cuestionan qué te vi y en mi mente revivo el andar serio y acompasado con el que te vi venir la primera vez, tu elegancia en negro que te venía bien con una calle llena de extraños que, afanados por sus vidas, me empujaban de un lado a otro en tanto a ti te esquivaban con precaución.

Aún indagan por qué me gustabas tanto y recibo el aroma de tu cuello en aquella época, la delgadez enmarcada en esos pantalones ceñidos, la certidumbre de tus palabras que contaban qué querías hacer y cómo lo ibas a hacer, la mirada fría con la que castigabas al mundo y la voz jocosa que se reía sin consideración de la desgracia ajena.

Aún me cuentan que te temían, que no inspirabas confianza y yo escucho en mi mente los secretos que te conté y que se filtraron por la rendija de tus emociones, las advertencias pronunciadas por labios que te conocían y los que te conocían a través de historias ajenas y mi determinación por no escucharlas.

Hoy me preguntaron sí te quiero y con todas las memorias vivas en el corazón respondí que no. Me preguntaron cuándo dejé de quererte y en realidad no supe responder, me preguntaron si me gustabas y repasé todo lo que dije para darme cuenta de que ya no fumo, tu subiste de peso, remplazaste el negro por los colores pasteles, te paras el pelo en lugar de aplastarlo y a mí ya no me empujan en la calle; tu perfume ya no lo conozco, tus palabras se volvieron difusas y tus bromas, pesadas y de mal gusto; no conoces mis secretos ni yo los tuyos, no te temo, no te admiro, no sé nada de ti, sólo conozco un pasado cada día más lejano de tu vida y, finalmente, ahora escucho más.

Me preguntaron si te odio, lo cual no es posible. Por último preguntaron qué eras para mí, frente a lo cual sólo puedo decir que existes porque te permito existir, porque el recuerdo no se borra con el tiempo sino con la voluntad y yo, en algún punto, fui feliz aunque ya no recuerde cuándo ni cómo, pero la sensación existió contigo, estoy segura. ¿Para qué negaría aquellas sonrisas? Sólo sería muestra de un rencor que sinceramente ya no te tengo. Sí, existió, pero murió como todas aquellas cosas que te definían, que nos definían.

No te conozco, no sé quién eres, sé quién fuiste, sé quién fui, tú no me conoces, nos cruzamos en el momento en que debimos y cada uno escribió su versión de la historia. Terminamos de dar los pasos que eran necesarios dar juntos y el camino para cada uno de los dos sigue.

Y en la memoria de los dos, existimos.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
... Una más para favoritos ... (Mex)

Entradas populares de este blog

Memorias de un día que no fue

Veinticinco

Miedo a ser bonita