Más ansiedad que persona

Hablemos un poco sobre lo que es vivir con ansiedad y tener que comportarse como cualquier persona más.

La primera batalla ocurre al despertar. Los pensamientos se agolpan y las decisiones más simples se convierten en un martirio ¿Qué hago primero, me baño o tiendo la cama? ¿Y si mejor desayuno y después me baño? Y la disertación toma lo suficiente como para que al cabo de media hora sientas que el día arrancó mal porque ya estás hecho un ser totalmente improductivo, de esos que pierden el tiempo decidiendo tonterías.

Ahora vayamos a las reuniones sociales ¿Saben lo que es no querer salir de casa pero obligarse a hacerlo en el afán de no quedar mal, de no ser la amiga incumplida o de cumplir con las obligaciones laborales? Y eso ocurre en los mejores días, en los peores la pelea se pierde y una se siente vaga, desconsiderada, irresponsable, impotente e infeliz, rota o al menos defectuosa, con una cabeza que no deja de murmurar la pregunta ¿Por qué no puedo ser como la gente normal?

¿Saben lo que es vivir en la fatalidad, pensando que todo puede salir mal y tomando precauciones para que nada malo pase, haciendo listas, previendo desastres, revisando una y otra vez que se cerró bien la puerta, que se apagaron todos los fogones de la estufa, que el auto quedó bien estacionado? ¿Saben eso cuánto tiempo y energía toma?

Por eso y si es que estas letras lograron transmitirles esa piquiña, ese desespero, ese mal augurio con el que se vive, ese constante no saber qué hacer para estar bien, las personas con ansiedad les agradecemos que dejen de pedirnos que simplemente le pongamos buena cara a la vida y dejemos de ser fatalistas, que dejen de criticar nuestros hábitos, nuestros rituales de comprobación, que dejen de burlarse de nuestros miedos, porque para nosotras son auténticos y reales, vivimos con ellos (o mejor, a pesar de ellos) y los lidiamos como podemos. De nada ayudan sus críticas, ni sus burlas, ni sus insinuaciones donde indican que el problema es nuestra actitud, desconociendo que esto hace parte de un problema de salud mental, no de la "buena cara" que le queramos poner la vida. ¿En serio creen que nos gusta vivir así, que hemos elegido esta "actitud" por voluntad propia? ¿En serio piensan que hay personas que se complacen de vivir en la zozobra?

Nos ayudan cuando nos escuchan, cuando nos apoyan para tener calma, cuando evitan criticarnos o burlarse y en cambio nos acompañan a enfrentar al monstruo. Porque ese monstruo es nuestro y las estrategias que tengamos al respecto han sido lo único con lo que hemos contado por años para lidiarlo y aunque estén erradas o no sean las adecuadas, abandonarlas o modificarlas produce mucho miedo, pues se siente como servirse en sacrificio, dejando de lado el escudo protector que durante mucho tiempo fue lo único que tuvimos.

Ya dejen de recriminarnos por lo que hacemos y más bien pregunten cómo nos sentimos. Les aseguro que la empatía logra más que el reproche. 






(Publicado después de releerlo mil veces tratando de encontrar los errores, hacer mil cambios consecuentes buscando las palabras más adecuadas y unos veinte minutos más pensando en si sí valió la pena escribirlo).

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Siempre es bueno pasar por aquí y ver que sigue escribiendo, de cualquiera de sus días, los buenos o los malos.

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