Sueño de una Noche de Invierno

Un día agotador, muchas llamadas, muchos problemas, pocas soluciones, miles de kilómetros por recorrer y ella por fin puede llegar a su casa. No quiere comida, ni siquiera ducharse después de la larga jornada, no quiere pensar, no quiere recordar su soledad, solo quiere dormir y tal vez soñar.


Se desnuda tratando de aligerar su carga a pesar de saber bien que no es física. Cierra sus ojos y Morfeo la acoge en sus brazos.


Viaja a esa ciudad que tanto anhela, recuerda las estrellas que contó de pequeña, sueña que tiene alas y vuela rumbo al cielo y allí, muy arriba, sintiendo la brisa de la noche pero sin que el frío arruine el momento, mira la ciudad, se maravilla con sus luces, se siente tranquila, se siente en paz. Entonces quisiera compartir el momento con alguien, entonces ese alguien toma forma… entonces ese alguien es él.


Ahora no puede evitar el frio, la noche se hace oscura, no logra ver la luna, deja de soñar con ese mágico momento y empieza a recordar cada palabra, cada beso, desde el primero hasta aquel que significó la despedida… recuerda las tardes en el cine, los ratos en ese parque que solo era de los dos. Sueña con las caminatas cogidos de la mano, sueña con cada sonrisa, con cada abrazo que solo él puede brindar, aun no olvida la seguridad que provenía de sus labios cuando repetía “estoy contigo”; y la sensación de plenitud presente cada vez que lo envolvía entre sus piernas, que su tibio cuerpo rozaba toda su piel, se hace necesaria.


Despierta y aun la oscuridad no desaparece, siente la tristeza de su alma, de nuevo siente su soledad tan propia, tan cercana. Ya no hay lágrimas, la lluvia que cae afuera es suficiente, es la noche quien llora su herida, es el frió quien se adueña de sus silencios, es este el sueño de una noche de invierno.

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