Historia de un "Te Quiero"





Escribirte aquí, en este espacio que quizá ya no recuerdas o que simplemente ignoras, puede parecer una pérdida de tiempo, se diría que lanzo gritos en un bosque solitario sin oídos humanos que me escuchen, pero prefiero pensar que en realidad esta es la última carta que puedo enviar antes que la oficina de correos cierre para siempre o que las lechuzas pierdan las alas para llevar mis mensajes. 

Te escribo entonces, porque no sé dónde estás, aunque conozco la razón por la que te fuiste. No pedí que me esperaras, no quise que me extrañaras, no pensé extrañarte… pero después vino la montaña rusa de sucesos y emociones en mi vida, vino el tiempo en que tuve que enfrentarme a mí y a mis miedos. Llegó el tiempo de verme al espejo y excavar dentro para encontrar mis propias razones, para descifrarme, entenderme, quererme. 

Fue extraño ver mis manos y no reconocerlas, sentirme perdida y luego, poco a poco, recorrer mis pasos de una manera consciente para darme cuenta del lugar exacto en el cual pisaba. Pero fue más extraño que con los días ibas estando más presente. Empezaste como una sombra que se aparecía en mis sueños, después fuiste un pensamiento constante aunque inconsciente. Allí te vi, en el cine, tomándome la mano, besándola de vez en cuando, riendo con mis estupideces, ayudándome en ese momento en el que me dolía la visita repentina de la muerte. Me abrazaste y besaste mi frente, algo me dijo que buscabas mis labios ¿Pero cómo no tener miedo si ya he lastimado con anterioridad? ¿Cómo no dudar si estaba débil y lo último que quería era tomarte cómo mi refugio cuando en realidad eres más que eso? Así que te esquivé, pero te abracé con fuerza ¿Soy egoísta por desear con todas mis fuerzas que no te fueras? Tal vez, más no me arrepiento de lo que hice. 

Nos alejamos, la vida nos alejó un poco. Nuestros caminos daban vueltas repentinas y yo decidí dejar todo quieto, dejar que la vida nos llevara por dónde ella quisiera y no presionar nada. Conocimos otras personas, tomamos nuestras decisiones. Yo te puedo contar que me equivoqué otra vez, pero me detuve a tiempo para no lastimar a nadie. Decidí estar sola y esperar, los meses fueron pasando y el calendario me mostró que tu tiempo en mi vida ya se contaba en años. Has estado ahí, presente y ausente, pero siempre dentro de mí ¿Por qué no lo reconocí antes? No lo sé. Aún no encuentro esa respuesta. 

Las tardes se me fueron pasando planeando la forma de acercarme, de decirte tantas cosas, de abrazarte, de besarte. Me hice fuerte cuando me conocí y me amé; cuando sané y me desacostumbré de mi dolor, cuando asumí mi responsabilidad y entendí la manera de aprender de mis errores. Entonces tomé una decisión más: era el momento de llegar a ti y al menos darte una explicación, la que te mereces, por ese comportamiento errático que conociste. Planeé hacerlo cuando dispusiera de mi mejor tiempo, cuando mi cabeza estuviera tranquila y libre de preocupaciones, alimentaba mi entusiasmo y mis suspiros recordando nuestras tardes de películas, las fresas congeladas que han sido el mejor regalo, la improvisada cama que fue armada con dos sillones por culpa de un DVD que en realidad no estaba dañado, la forma en que me mirabas, la dulce forma en que cuidabas mi sueño… En realidad no pensé que las cosas fueran a ser demasiado diferentes, fui víctima de mi inocencia y a pesar de suponer que el tiempo te había cambiado como a mí, no supuse mayores contratiempos. 

Ahora sé que tu vida funciona de manera diferente, sé que tu calidez la dedicas a alguien más. No tengo por qué decir que aquello fuese algo que me diera igual, desde luego, dio una sacudida a mi mundo, pero fue una buena manera de aterrizar. Sin embargo, no por ese hecho voy a negar que te quiero. 

Y es que la razón de todo esto, de estas palabras un poco desordenadas, no muy bien escritas, de esta carta malograda cuyo destinatario quizá nunca la vea, es mi manera de decirte TE QUIERO, más de lo que yo misma pensé, calculé, fui consciente… Te quiero de una manera sincera y simple; te quiero y cierro mis ojos para recordar mi reflejo en los tuyos; te quiero ya no como la calidez que necesitaba luego de un invierno desafortunado, no. Te quiero cómo el compañero con el que desearía compartir una chimenea y un vino mientras afuera cae una copiosa lluvia que a lo lejos escucho, porque estoy más atenta a los latidos de tu corazón… o sí quieres otro escenario, te quiero como el compañero con el que escucharía una buena salsa mientras en el cielo estallan unos bonitos fuegos artificiales que observamos en una torre, a nivel de un diecisieteavo piso. 

Simplemente eso, te quiero.




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