Viviendo con el TAB



Antes de continuar con la narración, quiero aprovechar para agradecer a las personas que se han interesado por esta iniciativa. A quienes me han leído, me han hecho preguntas y me han apoyado para que siga pues lo consideran un buen ejercicio. Mil gracias. Respondiendo a la pregunta que me hizo un Anónimo no siento que me exponga demasiado, pues aquello con lo que no me siento cómoda prefiero guardármelo o escribirlo con cuidado para que quien lea entienda que es un asunto “difícil”.

Había dejado el relato en la aceptación del trastorno y el encuentro con la medicación. Ninguno de los dos resulta fácil. Existe un miedo inmenso a ser diagnosticado con una enfermedad mental, creo que este miedo proviene del estigma que la sociedad ha generado al respecto. Esto dificulta las cosas, no sólo para quien tiene el diagnóstico sino para su familia y amigos, pues aparecen sentimientos de culpa, preguntas acerca de qué se ha hecho mal, vergüenza y negación, siendo esta la más nociva. 

Ahora que el tiempo ha pasado y he podido conocer a otras personas que también viven con el TAB, me doy cuenta de que muchas veces en las familias existen antecedentes serios de enfermedades mentales que fueron confinadas al rincón de “lo que no se habla”. Este tipo de acciones, comunes en una sociedad como la nuestra, pueden entorpecer el diagnóstico, hacer más difícil el proceso de aceptación y, lo que es más grave, retrasar el tratamiento.

Tener personas que te apoyen y te ayuden a asumir compromiso y responsabilidad en tu proceso, es un factor determinante a la hora tratar el TAB y mantenerlo controlado. Así fue como inicié esta etapa.

Ya había dicho que cuando me dieron el segundo diagnóstico sentí miedo. Muchas cosas se me pasaron por la mente, en primer lugar estaba la desagradable experiencia de la medicación anterior, en segundo muchas preguntas que si bien hoy no todas tienen respuestas, las estoy construyendo. 

Mi primera confusión estuvo dirigida a quién era yo. Preguntarse eso en la adultez produce un vértigo desesperante, no sabía si era la animada, feliz, que no dormía por estar entusiasmada en sus proyectos, que podía conquistar el mundo a dos manos o aquella a la que el mundo le dolía, tanto que habían días que no podía salir de su cama, que no quería siquiera abrir las cortinas y ver el sol.

También estaba la duda de diferenciar los síntomas del TAB de las situaciones normales de la vida ¿Hasta qué punto es normal sentirme feliz? ¿Hasta qué punto una tristeza o un duelo son normales?

Otro interrogante estaba dirigido a mis relaciones interpersonales, sabía que necesitaba del apoyo de mi familia y amigos ¿Pero en qué punto iba a empezar a convertirme en una carga? ¿Cómo iba a reconocerlo? Y en cuanto a mis relaciones amorosas ¿Cómo decirle a tu pareja que tienes TAB? ¿En qué momento compartirlo, antes o después de que se ha iniciado una relación? 

Empecé a asumir la situación con la psiquiatra con la que llevamos mi proceso y aquí quiero hacer énfasis en dos cosas: la primera, TODOS los procesos son diferentes. El Trastorno Afectivo Bipolar se manifiesta de maneras diferentes en cada persona, igualmente todas tienen sus propias experiencias de vida, sus saberes, sus cuerpos, por lo tanto, aunque compartimos rasgos, lo cierto es que cada quien tiene sus propios caminos. Lo segundo que quiero resaltar es que ES MUY IMPORTANTE encontrar un profesional con el cual se tenga comodidad y se desarrolle confianza, pues esto facilitará una adecuada comunicación que no sólo mejorará el proceso sino que permitirá reducir riesgos.

Así, la psiquiatra que me trata es una persona que me permite ser parte activa del proceso, que resuelve todas mis dudas y que me ayuda a generar planes de acción que me permitan tener una vida como la de cualquier otra persona. Aquí respondo dos de las preguntas que me hizo Ximena, si creo que puedo llevar una vida normal con TAB, pues así como hay personas que tienen hipertensión o asma, que saben que deben tomar sus medicamentos, tener determinados cuidados y llevan una vida normal, con el trastorno ocurre lo mismo. Sin embargo, como dichas enfermedades el TAB es crónico, no se cura, hay que aprender a vivir éste.

Contar con la “Doc” –como la llamo de cariño- ha sido una ayuda enorme, pues me ha hablado con claridad, pero también me ha ayudado a hacerme cargo de mi salud y a ser responsable de ella. Ella me explicó, por ejemplo, que existen diferentes medicamentos que sirven para controlar el estado de ánimo, me explicó cuáles serían los más adecuados para mí, teniendo en cuenta los síntomas que presentaba, y qué otras acciones me ayudarían a mantenerme estable, más allá de los medicamentos. De este modo aprendí, que el ejercicio, por ejemplo, no sólo es beneficioso para nuestro estado físico, sino también para nuestra mente; también me enteré de que es muy recomendable tomar baños de sol con frecuencia, pues ayudan en la producción de la vitamina D, cuidar la alimentación también es importante, pero esta puede variar de acuerdo a si se necesita energía o tranquilidad.

Frente a los medicamentos, en mi caso particular no los rechazo pero hago lo posible por evitar aumentar la dosis o introducir nuevos fármacos y se lo he manifestado a mi terapeuta quien me apoya. En este momento sólo tomo un medicamento y una de las posibilidades que quiero explorar es la de reducir la dosis hasta retirarlo y ver si puedo mantenerme estable. Sin embargo, tanto por lo que me han explicado varios médicos y lo que he leído por mi cuenta, existe la posibilidad de que el medicamento me acompañe toda la vida.

Y es que hoy en día existe una repulsión muy fuerte a los medicamentos, que hasta cierto punto entiendo, pero que ha nublado la mente de algunas personas. Como he dicho con anterioridad, aceptar la medicación no es fácil, no obstante hay que reconocer que hay momentos en los que es necesaria. Hacer ese proceso requiere tiempo, pensarlo, sopesar pros y contras y tomar una decisión. Después de pasar por eso, hay gente –que no es poca- que te regaña por tomar un medicamento psiquiátrico, que te dice que te vas a volver dependiente ¡Y que ni siquiera sabe qué tomas! Porque si, hay medicamentos que pueden producir dependencia, pero no son todos, de nuevo, hay que leer, informarse, NO SER UN PACIENTE, sino SER UNA PERSONA, haciendo un ejercicio.

Hasta aquí la entrada del día de hoy, de nuevo gracias a quienes están siguiendo estos escritos. No olviden que pueden dejar sus comentarios en esta publicación con preguntas y con los temas sobre los cuales les gustaría que escriba.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me encanta leer esto. Creo que todos tienen una historia que contar, pero unas en particular logran conmovernos de manera tal que sentimos la necesidad de estar cerca y seguir conociendo todo lo que esto pueda aportar a nuestra vida. Muchas gracias por compartir esto y por mostrarnos que a pesar de nuestras singularidades podemos seguir siendo personas común y corrientes...
Anónimo ha dicho que…
Me gusta leer cada cosa que escribes, tienes una capacidad de redacción envidiable y cuenta conmigo para seguir cada una de tus entregas; sigue explotando tu talento...
Anónimo ha dicho que…
Muchas gracias por compartir tu experiencia, la de algunos otros todavía es un tanto más reservada. Pero sí, estoy de acuerdo contigo respecto a la medicación, y es que no se trata de decir "no" de buenas a primeras, se trata de hacer lo que a cada uno lo ayude a sentirse mejor -incluso si eso significa aceptar la medicación-. El movimiento anti psiquiátrico que algunos -no todos- promueven puede llegar a ser un tanto extremista...

Son temas considerados tabú, siempre es bueno que alguien diga lo que piensa.

Entradas populares de este blog

Memorias de un día que no fue

Veinticinco

Miedo a ser bonita