DÍAS MALOS


Hay cosas que han sido importantes para mí y que me han ayudado en esta montaña rusa del TAB, entre esas están las rutinas. El asunto es sencillo: me despierto a la misma hora todos los días, 5:30 am, abro los ojos sola, las alarmas no funcionan. Si me lo propongo, en un día extraordinario me levanto más tarde, pero el sueño lo vuelvo a conciliar después de haber abierto los ojos a las 5:30 de la mañana. 

Tomo mi celular o la tableta y reviso las noticias, luego me levanto al baño, me doy una ducha, llego al cuarto, me cambio, desayuno, me arreglo el cabello y me maquillo, tomo la maleta y me voy. Así es de lunes a sábado.

Pero hoy fue diferente. Me desperté a las 7:20 de la mañana, siempre miro el reloj al despertar. Me sentí molesta y confundida, angustiada, recordé todo lo que tenía que hacer, me dolía la cabeza e hice cuentas del tiempo que dormí: cuatro horas. Las manos me estaban temblando y me sentía muy confundida, no fui al baño, no leí las noticias, me quedé en la cama mirando a la nada y luego fui por una taza de chocolate. No desayuné lo habitual, se me hizo tarde y cuando entré a la ducha sentía que no podía respirar bien, empecé a desesperar y el llanto se apoderó de mí. 

-Estoy cansada- decía –Dios, no puedo más ¿Qué hago?- Sentía que no tenía opciones y no paraba de llorar. Salí de la ducha tratando de respirar más despacio pero el esfuerzo era inútil, llegué al cuarto y no sabía qué ponerme, mi celular empezó a vibrar con mensajes de mi oficina y yo seguía llorando. 

Tuve que volver a la cama, sentía angustia, pánico, hoy fue uno de esos días en que salir de la casa fue una tarea imposible porque una barrera, que nadie puede ver, me impedía siquiera moverme de mi habitación. Lloraba desconsolada y sabía que algo no estaba bien, escribí a la oficina y luego llamé ¿Cómo iba a llegar así? 

Avisé a mis padres y a un par de amigos, hablé con la psiquiatra y fui consciente de los trasnochos a los que me he sometido desde hace un mes. Todo el tiempo supe que era un error y todo el tiempo me sentí incapaz de incumplir, no supe decir “no puedo, necesito más tiempo” y jugando a hacer el día más largo, le quité a mi cuerpo el sagrado momento del descanso. Grave error.

Pude ser dueña de mi cuerpo de nuevo y recostarme para descansar. Dormí en la mañana e intenté salir por la tarde a una reunión. Otra vez fue inútil. 

Luego de la sensación de desasosiego, del sueño profundo y del despertar, sentí el cansancio, la debilidad. En la mañana, en medio de la confusión de mi cabeza, me preguntaba por qué no podía ser una persona normal, por qué el estrés tenía que afectarme tanto y por qué no podía hacer lo que otros, que sacrificaban horas de su sueño haciendo un esfuerzo y podían reponer el tiempo de descanso después.

Es que cuando ocurre una crisis de ansiedad los pensamientos se estrellan y van uno tras de otro, la situación se vuelve en extremo confusa y el pánico es una sombra que no deja aclarar el panorama. 

Ahora, en medio de la debilidad que siento me pregunto qué voy a hacer mañana ¿Cómo voy a explicar lo que pasó? ¿Me van a entender? ¿Me van a regañar? ¿Cómo voy a evitar que esto me vuelva a suceder?

Luego se despierta otra parte de mí y me dice “tranquila, ya sabíamos que íbamos a tener días malos, pero lo bueno de los días malos es que se terminan”. Entonces recuerdo el camino que he recorrido y reconozco los errores de los últimos días. Leo los mensajes de mis amigos alentándome, escucho a Papá y a Mamá, respiro lento y mi respiración me pertenece, todos me recuerdan que he podido otras veces, todos creen en que hoy también lo manejaré. Y me calmo.

Hace tiempo aprendí a vivir al día, sobre todo cuando hay dificultades. Pensar en el largo plazo y llenarse de motivos acerca de todas las cosas malas que pueden pasar, sólo nos llena de angustia y desesperanza. Pero si puedo superar la dificultad de hoy, si puedo llegar al final del día tranquila y dormir, entonces será un triunfo y todos los días tendré la oportunidad de ganar la batalla. 

La lección del momento es escuchar más a mi cuerpo y estar más pendiente de mis límites. Me voy a prometer que voy a estar bien y que a pesar de que hoy me sienta triste y angustiada, tengo muchos días para sonreír y respirar con tranquilidad.



Pido disculpas por la baja calidad de mi escrito, los errores de redacción y lo desordenado del texto. Para ser sincera con quien me lee, quise hacer de esta crisis una oportunidad y de alguna manera plasmar lo que se siente, aunque es difícil. No sólo lo hago con un fin propio y reflexivo, sino porque sé que allá afuera hay muchas personas que viven lo mismo y que tal vez no entienden qué les pasa… tal vez, pensar en que es un día difícil pueda ayudar, porque ya lo dije: los días malos se terminan, siempre se puede volver a comenzar.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Definitivamente eres una persona maravillosa y muy especial, te agradezco enormemente el que compartas esto que escribes, pues la verdad, me ayudas a entender que la vida es también una batalla que hay que librar y que a fin de cuentas "los días malos terminan".
Anónimo ha dicho que…
No deje de escribir. Usted comparte los frutos que caen de su árbol y eso alimenta a muchas personas más. Rogando pronto reciba un día soleado y agradeciendo que nos permita leerle.
Atte: Otro anónimo diferente al que escribió primero, digamos... Anónimo 2...

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