Divergencia

Son las personas a quienes más amamos las que tienen la capacidad de lastimarnos más profundamente. Es algo que a punta de golpes y dolores me ha enseñado la vida: el amor es un asunto de confianza porque implica despojarse de las propias prevenciones y mostrarse en aquello que nos hace más vulnerables, sin que este hecho se convierta en un acto de imprudencia; la exposición a la que nos acerca el amor no tiene por qué verse como un asunto de debilidad o de estupidez.

Y es que el amor se nos enseña como un la antesala a la dependencia, pues el amor que se concibe libre resulta peligroso para una sociedad en que el anhelo del cariño y la compañía son más rentables que la libertad del amor desde la autonomía. El amor que subyuga vende, produce, perpetúa el poder en las manos que no lo quieren soltar. En cambio,  el amor que emancipa transforma, constituye, revoluciona y libera. Ese amor no le sirve al poder, sino que se sirve a sí mismo, porque exige la máxima necesaria para crear relaciones sanas: amarse a sí misma antes de entregarse a los demás. Entonces el amor se convierte en una apuesta responsable, sigue siendo la confianza, pero también es los límites, el respeto, el autocuidado, los frenos al poder y a la violencia de su embestida, al desespero de perderse y el valor para combatir al poder.

Y es de esta manera como se construyen los nuevos lazos y se renuevan las compañías, pero es también como se fabrican las despedidas y los desencuentros. El amor que se hace revolución y resistencia sueña, pero -además- crea… en unos tiempos caminos, en otros escudos y salidas de emergencia, principalmente en aquellos momentos de la vida en que el ser está tan lastimado y la vulnerabilidad ha sido tan aprovechada, que el sentimiento se hace angustia y desesperanza y angustia y llanto…

Así que la confianza del amor nos exige tomar decisiones y asumir distancias que nos quemen por dentro, como un fuego purificador que se deshaga del dolor y las tristezas y eleve al ser al punto de la sublimación para transformarse en un ave que viaje sola o en bandada, pero siempre libre de decidirlo.

Por eso ahora, ante el dolor que me destroza, elijo la distancia, porque tengo el presentimiento de que la herida es tan honda y tan profunda, que será incapaz de sanarse sin dejar una enorme cicatriz que me recuerde hasta el fin de mis días que amar también es soltarse y avanzar, que apartarse también es digno, que querer no significa aguantar.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Sea bienvenida de nuevo

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