Amargo y Dulce



El dolor del cuerpo siempre será bien recibido en reemplazo del que proviene del alma, porque el dolor que nace tan dentro no tiene calma, no deja espacio a ningún momento de felicidad, aun cuando sea el más pequeño. ¿Cómo curar el alma? ¿Cómo calmar el corazón cuando duele, cuando aún está dolido por heridas del pasado y es maltratado de nuevo por quienes conocen sus secretos y debilidades, quienes al contrario de lastimarle deberían protegerle y cuidarle?


Sin embargo, todo dolor trae una enseñanza y es en sí mismo necesario pues, de no existir, no valdría la pena una sonrisa, ni un viento alegre. No tendrían su valor incalculable ni traerían la satisfacción que nace cuando una lágrima de felicidad se derrama y se convierte en el tesoro más grande, que solo dura un momento, que se desvanece tras una mejilla, que muere casi en su mismo nacimiento pero que se convierte en el más hermoso recuerdo, en el orgullo más noble y puro, y en la esperanza de seguir luchando, aun cuando ese tesoro se encuentre solo una vez en la vida, aun cuando su búsqueda sea el fin de la misma, ¡valdría la pena!... Una lágrima acompañada de una sonrisa inocente y de unos ojos expectantes de un mejor mañana.

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